Era un día soleado que pintaba bien, era un día en el que sabía que algo bueno iba a pasar. La primera casa se veía abandonada, decidí timbrar y salió una señora que se veía muy ocupada, estaba molesta por tener que abrir la puerta, era claro que la felicidad no reinaba en su día. Ella me preguntó despectivamente qué quería ya que estaba extremadamente ocupada. Le conté que en el barrio estaba corriendo un rumor que se aproximaba una tormenta y yo era la encargada de avisarle a todas las casas el desastre que se aproximaba. En el barrio decían que la tormenta iba a levantar mucho polvo y que todos debían estar preparados. La señora quedó preocupada mientras yo me alejaba. En la tarde volví y la señora me recibió muy preocupada, esta vez no venía a darle malas noticias. Le pregunté si podía entrar a su casa, ya que sentía una presencia extraña. Ella me dejó entrar porque eso le había causado curiosidad, de pronto saqué una aspiradora de mano de mi maletín y la