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Mostrando entradas de junio, 2016

En un pestañeo, así se va la vida.

Todo comienza sin darse cuenta, en silencio. Como una picada de mosquito mientras uno duerme. De repente se empieza a odiar la música a todo volumen de los vecinos, a detestar el olor a marihuana que antes causaba risa. Después llega la negativa rotunda a ir a conciertos, se odia el tumulto, las filas, el frío. Y qué decir de la comida, ya se empieza a identificar qué es lo que cae pesado, qué causa estreñimiento. Los domingos ya no son para dormir hasta tarde, sino para levantarse más temprano a hacer mercado.  Hasta que un día uno se da cuenta que está vivo, pero solo para trabajar y pagar deudas. 

Un cuento que no es puro cuento.

Era un día soleado que pintaba bien, era un día en el que sabía que algo bueno iba a pasar. La primer casa se veía abandonada, decidí timbrar y salió una señora que se veía muy ocupada, estaba molesta por tener que abrir la puerta, era claro que la felicidad no reinaba en su día. Ella me preguntó despectivamente qué quería ya que estaba extremadamente ocupada. Le conté que en el barrio estaba corriendo un rumor que se aproximaba una tormenta y yo era la encargada de avisarle a todas las casas el desastre que se aproximaba. En el barrio decían que la tormenta iba a levantar mucho polvo y que todos debían estar preparados. La señora quedó preocupada mientras yo me alejaba.  En la tarde volví y la señora me recibió muy preocupada, esta vez no venía a darle malas noticias.  Le pregunté si podía entrar a su casa, ya que sentía una presencia extraña.  Ella me dejó entrar porque eso le había causado curiosidad, de pronto saqué una aspiradora de mano de mi maletín y la encendí. Ella no en