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Mostrando entradas de octubre, 2018

Cargas ligeras

Los kilómetros aumentan, el corazón se acelera y de pronto estoy volando. En un parpadeo, una oleada de calor, sal de mar y piña colada me reciben. Desnudo mis pies mientras el sol se desvanece en el horizonte,  estaba a unos pasos de llegar al punto en donde las olas se devuelven y mientras mis pies abrazaban la arena, mis cargas se hacían más ligeras.

Me acostumbré

Me acostumbré a levantarme en las mañanas y saber que estás a mi lado, me acostumbré al olor que dejas en mis almohadas, me acostumbré a tener en las mañanas alguien a quien darle los buenos días, me acostumbré a sentir la necesidad de quererte, me acostumbré a suspirar sin darme cuenta. Decían que se necesitaba 21 días para adquirir un hábito, pero nunca me dijeron que en 21 días uno podía acostumbrarse a querer tanto a alguien.

Alma libre

Encerrada, impotente, alejada, Su alma era indomable, indescifrable, inofensiva, solo sabía hacerse daño. Unos la veían libre, otros rebelde. Solo ella sabía lo que guardaba. El cinismo de la gente la ocultó y el dolor la extinguió. Siempre buscó la libertad, pero al final, se dio cuenta que su alma no pertenecía a este mundo.

Se busca

El día que se perdió el amor, salí a las calles a buscarlo. Ese mismo día, le pregunté a todos mis amigos por su paradero, incluso a mi familia. Pegué carteles y envié cadenas por WhatsApp. Al cabo de una semana, alguien tocó mi puerta. Ese hombre no sabía de su paradero, pero en su mirada volví a encontrar el amor.

Por una campana

Era su primer día de universidad, la ansiedad de Omaira la levantó a las 5:00 de la mañana, se alistó y caminó hasta la estación de Marly, pero justo antes de entrar, miró hacia el cielo y cambió sus planes, ahora quería caminar. No necesitaba Waze para saber que la ruta que más iba a disfrutar era por la séptima.  Caminó en compañía de su playlist favorita y un poco de tráfico. En 6 canciones ya estaba sentada en el salón 45B de la Javeriana. Fue testigo de como sus nuevos compañeros comenzaron a entrar, hasta que finalmente entró el profesor y cerró la puerta. Omaira comenzó a sudar frío, escuchaba las voces de sus compañeros distorsionada, sabía que estaba a dos puestos de pararse frente a su nueva clase para presentarse y contar qué la había inspirado a estudiar filosofía. Pero j usto antes de que ella comenzara a hablar, sonó  la alarma de simulacros. Ella salió junto a toda la clase y antes de caminar al punto de encuentro, se dio cuenta que había entrado al salón de b