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Un cuento que no es puro cuento.

Era un día soleado que pintaba bien, era un día en el que sabía que algo bueno iba a pasar.
La primer casa se veía abandonada, decidí timbrar y salió una señora que se veía muy ocupada, estaba molesta por tener que abrir la puerta, era claro que la felicidad no reinaba en su día.
Ella me preguntó despectivamente qué quería ya que estaba extremadamente ocupada.Le conté que en el barrio estaba corriendo un rumor que se aproximaba una tormenta y yo era la encargada de avisarle a todas las casas el desastre que se aproximaba.
En el barrio decían que la tormenta iba a levantar mucho polvo y que todos debían estar preparados.La señora quedó preocupada mientras yo me alejaba. En la tarde volví y la señora me recibió muy preocupada, esta vez no venía a darle malas noticias. 
Le pregunté si podía entrar a su casa, ya que sentía una presencia extraña. Ella me dejó entrar porque eso le había causado curiosidad, de pronto saqué una aspiradora de mano de mi maletín y la encendí. Ella no entendía que pasaba, pero cuando me vio aspirando un rincón de su casa, se dio cuenta que había hasta aspirado una ratonera de la cuál ella nunca había notado su existencia. Cuando apagué la aspiradora, le dije que esa aspiradora era tan potente, que aspiraba el polvo que escondían los pisos y las paredes. 
Era una aspiradora que iba a tener a la mano como escudo de una gran tormenta que se avecinaba.De inmediato me preguntó si la vendía, le dije que tenía unas cuantas y que era mejor que le contara a sus amigas porque los otros vecinos del barrio ya tenían la suya para la gran tormenta que venía en camino.
Todo hizo efecto, al día siguiente había vendido muchas aspiradoras de mano, aproximadamente una por cada casa del barrio.Volví al cabo de dos semanas a la casa de mi compradora y me llevé la sorpresa que la estaba remodelando, se obsesionó tanto aspirando, que olvidó que alguna vez le había advertido sobre una tormenta.
Ella solo me agradecía porque gracias a esa aspiradora había podido encontrar lo que significaba la herencia de su padre, después de haber encontrado una carta en un rincón de la casa que se había refundido entre tanto polvo.
Su padre le había dejado esa casa para todas sus generaciones y reconstruyo un espacio que creía perdido.

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