Hoy. Después de mucho tiempo decidí hacerlo, emprendí un
viaje sin rumbo definido, simplemente me dirigía a cualquier lugar, ese el que todos decían que se aliviaban las cargas.
Tomé un colectivo sin fijarme en su recorrido, me senté en el puesto de siempre, solo habían 4 testigos de mi soledad, cada
uno sumergido en su tiempo muerto.
Cada vez que subía un testigo nuevo, inspeccionaba hasta su
alma, con el anhelo de encontrar que alguno de estos me acompañara en el
recorrido. Todo esto se iba cuando los veía bajar del colectivo con convicción,
a un lugar fijo, seguro, en donde alguien probablemente los estaría esperando.
Cuando no quedó ni un solo testigo, tomé el valor de hacerlo,
sin pensarlo toqué el timbre y con la vista perdida toque tierra. No sabía hacía
donde caminaba, solo obedecía a mis piernas.
En un momento todo se detuvo y me encontraba ahí. Sin alzar
la mirada sabía que me estaba esperando para tomar mi mano y llevarme de nuevo
a casa.
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