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Suena a vainilla

Ese sonido podía detectarlo a kilómetros,

él ya sabía que venía,
salió corriendo de su casa sin darse cuenta de que sus pies ya iban negros.
Se paró en la esquina,
pasaron 5 minutos, después 10 y al minuto 15 lo tenía al frente.
Justo cuando se decidió por el helado de vainilla, se acordó que dejó el dinero en su mesita de noche.

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Vaivén

Irreverente, insaciable, impredecible. Algunos días se levanta azul, otros cristalino, y a veces se hace el verdoso. Baila al ritmo del viento, mientras le saca espuma a la costa. Y cuando el sol se arropa con él,  la luna sale para brillar ante su grandeza.

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Respiro, suspiro y me alivio, esto solo dura unas cuantas horas. Me ilusiono con que al levantarme todo haya pasado. Pero él siempre ha estado ahí, invisible, intocable y a la espera.

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Éramos las dos últimas personas que nos hubiéramos juntado, pero la física intervino y nos atrajo con la fuerza de dos polos opuestos. Eres lo que nunca esperé, no cuando sentía que me faltaba vivir tanto, más sin embargo te convertiste en mi presente y deseaba nuestro futuro. Serás el mejor regalo de la vida, ese que me despertó una felicidad accidental, un nuevo estado del cual no quería escapar. No se suponía que era el tiempo para encontrarnos, pero ahí estuvimos, mirándonos a los ojos y jurándonos amor eterno, sin saber que el destino ya nos tenía fecha de vencimiento. Para ser una desafortunada, tuve suerte de disfrutarte en esta vida. Ahora solo me queda el anhelo de poder encontrarte en otra vida, en otro momento y por fin sumergirnos en una historia que le dará inicio a otra vida.